viernes, junio 24, 2011

Tengo la sensación de que algo arde
perenne
irresistible
indomable
insaciable
en mi interior
un abismo
Se están partiendo las lágrimas del vidrio que recubre mis ojos
cansadas de conciencia.

lunes, octubre 19, 2009

Melancolía de Funeral

Para todos los relojes, corta el teléfono,
impide que el perro ladre con un hueso jugoso.
Silencia los pianos, y con tambor amortiguado,
trae afuera el cajón, deja que los afligidos vengan.
Deja que los aviones circulen gimiendo por encima,
garabateando en el cielo el mensaje "él esta muerto".
Pon oscuras cintas alrededor de los blancos cuellos de los cisnes.
Deja que los policías de trafico usen negros guantes de algodón.
Él era mi norte, mi sur, mi este, y oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso de Domingo,
mi mediodía, mi medianoche, mi habla, mi canción.
Pense que amor duraría para siempre. Estaba equivocada.
Las estrellas no son deseadas ahora, apaga todas y cada una.
Envuelve la luna y desmantela el sol.
Vuelca el océano y barre la madera.
Porque ahora nada podría hacer ningún bien. 


W. H. Auden, Funeral Blues

miércoles, septiembre 30, 2009

Un Arte

No es fácil dominar el arte de perder;
hay tantas cosas que parecen colmadas por el deseo
de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la confusión
de las llaves extraviadas, de la hora desperdiciada.
No es difícil dominar el arte de perder.

Practica después perder más, y más rápido:
lugares, y nombres, y las tierras a las que pretendías
viajar. Ninguna de estas pérdidas será devastadora.

He perdido el reloj de mi madre. ¡Y mira!, la última
o la penúltima de las tres casas que he amado se perdió.
No es difícil dominar el arte de perder.

He perdido dos ciudades, hermosas ciudades. Más aún,
vastos reinos que poseía, y dos ríos, y un continente.
Los añoro, pero no fue un desastre.

Incluso perdiéndote a ti (la voz risueña, un gesto que
amo) no habría mentido. Es evidente
que no es difícil dominar el arte de perder
aunque eso parezca (¡escríbelo!) un desastre.


Elizabeth Bishop, Worcester, Massachussets, 1911 – Boston, 1979.

miércoles, noviembre 05, 2008

Adiós

Crucé el umbral… Ignorante de aquello que me aguardaba. Apenas llegué a verlo, me acerqué renuente a la cama, al borde mismo, ¿puede uno penetrar?
Dormía, parecía apacible. Yo lo miraba, recorría con mis ojos sorprendidos los rasgos, el cabello, las arrugas… ¿Era él? Porque infructuosamente mi mirada lo buscaba en ese cuerpo que reposaba, dormitaba ¿Esperaba?
En un segundo se movió muy, muy poquito, lo suficiente para cambiar de posición y pasar a otra igual, al menos para mí. Y yo aguardaba junto a él…Junto con él. Abrió los ojos. Transitó con la vista una porción pequeña de la habitación hasta que dio conmigo.
Lo abracé, ¿qué otra cosa podía hacer en esas circunstancias?
El pecho se me quebraba y temí por un segundo que lo escuchase, que comprendiese, que tomara conciencia. Pero no había nada ahí que me indicara que no lo había hecho. Nada que me permitiera conservar la esperanza. La luz débilmente trataba de entrar por la ventana, una abertura sin salida, sin contacto con el exterior o con un contacto falaz, rodeada de material, de un material tan blanco que parecía mármol.
Mientras lo envolvía con mis brazos impotentes, me palmeó la espalada dos o tres veces. Fue como si un pájaro aleteara cerca de mí, apenas una caricia. Suficiente
En un susurro sigiloso le pregunté si estaba cansado.
Me miró y sin decirme nada, absolutamente nada, cerró los ojos.

Instante

Se despertó temprano ¿Era realmente temprano?
Miró el despertador… Tic Tac Tic Tac Irreversible, intransigente.
Abandonó las sábanas y se apoyó con duda sobre esa superficie constante, fría. No llegaría hasta el baño, el trecho era demasiado largo. Estiró las manos para alcanzar las medias de lana que, luego de una lucha infructuosa, se ocultaban bajo las telas expectantes. Echó a andar.
Otro día más, veinticuatro nuevas y mentirosas horas que ofrecían un mundo de posibilidades inexistentes. Todo dependía de él, pero qué podía hacer. ¿Qué se puede hacer cuando se está enfermo de rutina y el cambio no se produce? ¿Qué se puede intentar cuando las fuerzas son tan exiguas que lo único que logran es acomodarse a los canales de lo cotidiano?
Cierta ritualidad es positiva, lo sabía. Era conciente de ello. Se terminó de cepillar los dientes y se miró al espejo. La cara estaba aceitosa, el pelo sin orden. El aspecto de todos los días, imbuido de esa expresión de certezas confusas.
Se bañaría más tarde, era necesario volver a escribir, retomar las palabras de la madrugada anterior. Deseó fervientemente y sin darse cuenta, experimentar el apetito de la otra noche, desdoblarse como en aquel momento y volverse el que siempre quiso, ese ser activo, seguro, desinhibido.
Clic Clac Clic Clac… El sempiterno ruido de las voces.
El final: agotador y eufórico, desbordante y desesperado. Miró las hojas amontonadas, papeles que podrían no significar nada para un otro. Los músculos se resistían a sostener un segundo más ese cuerpo…
Se durmió, con la paz de una mente liberada.
Afuera, la noche asfixiaba a las estrellas. Adentro, el silencio ensordecedor.

martes, enero 01, 2008

Así sí

Ése es un sí sin fuerza
indeciso
impreciso
intangible
alterable.
Yo quiero un sí que venga desde abajo
de la tierra,
resultado de un camino ensortijado,
un sí real
impasible ante el resto
inadecuado en los cánones
pero mío
tan mío
que me transforme a mí toda
en una afirmación.

martes, septiembre 18, 2007

II

Me preguntas si te veo…
No,
Y tampoco vos me ves.
Tal vez finjamos
día a día
que es distinto,
para hacer de esto
algo más soportable,
menos solitario…

Me preguntas si te escucho…
No,
Y tampoco vos me oís.
Tal vez porque la comunicación no existe
porque intercambiamos monólogos
sumergidos en nuestra propia agonía;

pero tratamos:
de identificarnos,
compartir,
entendernos…

I

Me sobresalto
cada vez que recuerdo,
al ver a los otros
marchar
convencidos de unos pocos dogmas.

Me sobresalto
cada vez que pregunto
por lo viejo,
lo que ya no volverá
ni pudo ser,
por tantos olvidados…

Y me parto al medio
como una cáscara seca
vencida por el sol, abrasivo,
por el tiempo implacable
por los sueños deshechos…

martes, agosto 21, 2007

Sinécdoque

Lo veo a lo lejos (y no tanto), es mi padre. Mi padre que por momentos parece un desconocido para mí, alguien colocado en mi vida por un sortilegio del azar. Ahora que lo veo siento una ternura indescriptible. Está cansado, el día a día de la vida para algunos es una lucha encarnada. Encarnada sí, porque tiene lugar en la carne misma, entre los tejidos profundos del ser, desde el estómago descompuesto hasta el cerebro agitado. No hay pausas dice él, la única tregua es la muerte. Yo pienso en su muerte, en lo que puede representar para mí su muerte. Aunque tal vez eso no sea su muerte, sino una parte de la mía. Tampoco tengo palabras para eso. Por ahora sólo puedo negarlo, ¿cuál es el fin de pensar en eso hoy? No hay forma de prepararse, creerlo es también engañarse. Podrían decir que elijo una mentira frente a otra, pero ¿quién me juzgaría?